Para los que me echaron de menos y se dijeron, «¡pero cómo, es miércoles y no ha publicado nada!», aquí tienen la entrada de hoy:
Una herramienta indispensable para el traductor de textos técnicos son las memorias de traducción (TM en inglés). Estas consisten en una archivo en el cual se van acumulando las traducciones que uno va haciendo y que permite reciclarlas automáticamente cuando nos encontramos con oraciones parecidas a otras que ya hemos traducido.
Por ejemplo, si nos encontramos con el texto “Tome Pin y haga Pum“, luego de haber traducido “Tome Pan y haga Pim“, la TM nos dará esta última opción (indicándonos las diferencias con colores) y nosotros los traductores sólo deberemos cambiar el Pan por el Pin y el Pim por el Pum. Así de simple. Esto significa que las TM nos ahorran tecleadas, tiempo y nos ayudan a mantener la consistencia, sin obligarnos a volver atrás para “buscar, copiar y pegar” cuando nos da la sensación de que ya hemos traducido algo parecido.
Dicho así, esto de las TM suena como una panacea para los traductores. No obstante, como con todo, tienen sus riesgos y es preciso usarlas con moderación. Quizás el riesgo principal desde el punto de vista del traductor es que la segmentación del texto original, basada en oraciones u otro criterio predefinido, influye en la traducción e imprime su estructura en el texto traducido. Es decir, nos quita la libertad de juntar, separar y reordenar oraciones según nos parezca. Ahora bien, este es un problema más achacable al usuario que al software mismo: Tenemos esa misma libertad ya que con algunos ajustes, si es posible manipular las oraciones. Desafortunadamente es muy probable que las prisas o el insuficiente dominio de la herramienta nos impidan hacerlo.
Además, como las unidades de traducción se nos presentan de manera aislada, es probable que tendamos a olvidar la utilización de los recursos lingüísticos de coherencia y cohesión propios de la lengua a la que traducimos, adoptando inconscientemente los de la lengua origen. Un tema muy frecuente al traducir del japonés y el inglés al español se da en los mecanismos de referencia. Así, si el original dice “abra la casetera, introduzca el casete en la casetera, cierre la casetera y apriete la tecla play bajo la casetera”, cosa que NO es poco frecuente en japonés o inglés, al usar MT corremos el riesgo de imprimir toda esa redundancia al español, olvidando el uso de pronombres, emisiones que permitirían una mayor naturalidad en español. Esto es menos probable que suceda si no usamos MT.
Por último está el tema de la variedad en la redacción: al presentarnos la TM las traducciones previas, tenderemos a copiarlas sin más, con lo que restaremos vitalidad y ritmo al texto. Lo más probable es que si no la usáramos, tradujéramos de manera distinta segmentos estructuralmente parecidos, y eso, de todas formas no afectaría el resultado (obviamente que depender:a del tipo de texto. Algunos necesariamente tienen que ser repetitivos, como los archivos de ayuda, a causa de las referencias cruzadas). El equilibrio entre consistencia y monotonía es bastante sutil y no hay recetas para conseguirlo.
¿Cómo solucionar estos problemas?. La respuesta es simple: utilizar el software simplemente como una herramienta que ayuda en el proceso de la traducción, y no confundirla con una varita mágica que traduce por nosotros. Siempre es posible manipular el texto final una vez que ha sido limpiado y ya no tiene ninguna relación física con la TM. ¡Pero si hago cambios ahora, no se reflejarán en la memoria! gritarán los traductores alarmados, dejando ver que ya son presas de los dictámenes del software: Así es. Los cambios no quedarán en la memoria, pero el texto final quedará mejor. Y ese es nuestro trabajo. La TM no está para esclavizarnos.
Pingback: Los famosos descuentos por repetición | De traducción y otros demonios